De cuando los rusos campaban por Inglaterra y estropeaban las tragaperras

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Estos días se cumplen cien años justos de un suceso la mar de curioso, pero muy significativo de cómo funcionan los rumores y la psicosis colectiva en la Historia. Resulta que entre agosto y septiembre de 1914, en el inicio de eso que más tarde se daría a llamar Primera Guerra Mundial, una extraña historia recorría todo el Reino Unido: casi un cuarto de millón de soldados rusos se encontraba recorriendo el país para atacar, de improviso, a los alemanes en Bélgica.

Paul Weber - El Rumor (1969)
Paul Weber – El Rumor (1969)

 

Imaginad por un momento la situación: acaba de estallar la guerra en Europa y los nervios están a flor de piel. Las noticias se convierten rápidamente en rumores y lo increíble resulta ser sólo una variante un poco subida de tono de lo cotidiano. Y en Inglaterra, donde siempre ha existido una fobia patológica a las invasiones, el rumor de los 250.000 soldados rusos que cruzaban el país de incógnito era mucho más de lo que las buenas gentes de Albión podían soportar. Aquí y allá, por todas partes, el rumor iba ganando en detalles. En ese tipo de detalles que dan la credibilidad adecuada a un suceso que, sin ellos, sería ciertamente estrambótico. 

Pero bien, allá donde miraban, los ingleses veían rusos escondidos y lo anotaban en sus diarios o lo dejaban escrito en sus cartas. Se ocultaban tras las persianas bajadas de los trenes, se sacudían la nieve de las botas en los andenes. En Carlisle y Berwick-on-Tweed gruñían pidiendo vodka y en Durham destrozaron una máquina tragaperras con un rublo. Detalles y más detalles, el material con el que se construyen los rumores y se vuelven físicos, sustentados por un prejuicio que funciona como explicación.

El rumor recorre todo el país. Tenemos constancia de su rastro en el sur de Gloucestershire, en Oxford, e incluso en la isla de Wight y es la comidilla de mucha gente durante el final del verano. Y de pronto, tan sorpresivamente como aparece, el rumor se esfuma de las conversaciones cotidianas y de las referencias escritas. Tan fantasmales como vinieron, centenares de miles de fornidos soldados rusos dejan de aterrorizar las noches de las buenas señoras inglesas, escondidas temblorosas tras las cortinas de sus casas. Como poco, sorprendente.

Soldados rusos de la Primera Guerra Mundial. Quizá alguno de ellos poblara las pesadillas de las buenas señoras inglesas
Soldados rusos de la Primera Guerra Mundial. Quizá alguno de ellos poblara las pesadillas de las buenas señoras inglesas

 

Esta explosión narrativa ilustra perfectamente el poder del rumor como expresión viva de un estado de ánimo colectivo, a veces cercano a la psicosis (por ejemplo, en las persecuciones antijudías), a veces enraizado en cuestiones políticas.  Sea como sea, el rumor sobre los cientos de miles de soldados rusos recorriendo Inglaterra e 1914 es un ejemplo significativo.

Y entonces, ¿no existió tal invasión rusa? ¿fue todo el producto de un histerismo cercano a la leyenda urbana? Lo cierto es que en este caso el rumor tiene un atisbo de realidad. Pequeño, pero atisbo al fin y al cabo. Y, todos lo sabemos, un buen rumor no necesita más para prender como la pólvora. Si seguimos a Liendhardt en su The Interpretation of Rumor veremos que, en el fondo de aquellos doscientos cincuenta mil soldados rusos había en realidad un contingente de quinientos o seiscientos voluntarios rusos que, llegados de distintos puntos de Estados Unidos y Canadá, fueron embarcados en los puertos del sur de Inglaterra para ser enviados a combatir al continente. De ese suceso anecdótico y de su histérica amplificación surgió uno de los rumores más sorprendentes de la Primera Guerra Mundial.

Bibliografía: Neubauer, Hans-Joachim, Fama. Una historia del rumor. El Ojo del tiempo. Siruela. 2013.

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