Alessandro Baricco – Homero, Ilíada
Hay veces que los clásicos nos asustan y en parte es porque las grandes obras maestras de la literatura universal no siempre envejecen bien. A ojos del lector contemporáneo han perdido parte de su brillo, del impacto comunicativo que suscitaban en los lectores – oyentes a los que estaban destinadas. Sin duda podríamos poner mil y un ejemplos, pero uno de los casos más sangrantes es el de la Ilíada de Homero.
Y es que la pobre lo tiene todo para caer mal. Vieja, muy vieja, y repetitiva, llena de recursos orales que, a día de hoy, se nos vuelven farragosos a más no poder, repleta de digresiones en las que los dioses campan a sus anchas soltando soliloquios que interrumpen la acción cuando ésta va cogiendo ritmo. ¡Una historia pensada para ser oída que dura, leída en voz alta, más de cuarenta horas de epítetos casi continuos! Difícilmente puede haber algo más alejado de nuestro gusto por lo instantáneo… Normal que genere rechazo a quien intenta acercarse al libro.
Y sin embargo, la Ilíada es una historia maravillosa. Narra la cólera de un Aquiles que, despojado del artificio, se nos presenta como profundamente moderno. Enumera los sanguinarios – muy sanguinarios, de hecho – combates entre unos guerreros que, por su propia aureola mítica, cautivan al lector. Y es que todos ellos son héroes, aqueos o troyanos, lo mismo da. Héroes combatiendo a héroes, sin más villanos de por medio que la cruel cadena de acontecimientos que coloca a cada cual a uno u otro lado de las murallas de la ciudad, en una lucha que ya no tiene sentido pero en la que se debe seguir combatiendo, ya sea por la gloria, el botín o la simple supervivencia.
El problema, como vemos, no viene tanto por el fondo sino por la forma, alejada de nuestros patrones de lectura. ¿Qué sería de una Ilíada despojada de lo accesorio, adecuada a lo que se espera de un libro hoy en día? Pues ni más ni menos que el librito del que os quiero hablar hoy: Homero, Ilíada, de Alessandro Baricco. Una muestra de que los clásicos no están muerto sino que estaban de parranda.
Baricco – a quien conoceréis quizá por ser el autor de Seda – parte de una premisa bien sencilla. Recuperar el texto de la Ilíada y devolverlo a un estado de oralidad adecuado a los lectores-oyentes del siglo XXI, con vistas a hacer una representación radiofónica del texto. Con respeto por la esencia del texto, pero siendo educadamente irreverente con lo que considera accesorio. Quienes hayáis leído la Ilíada encontrareis en su texto los ecos homéricos sin dificultad. Están ahí. Baricco consigue, pese a los cambios, retener la fuerza de la idea original. ¿Y qué cambios son esos? Principalmente cuatro:
Primero: Efectuar en el texto los recortes necesarios para mantener el ritmo narrativo. Principalmente eliminando las continuas repeticiones y las digresiones constantes, sin eliminar escenas completas ni caer en el recurso fácil de construir resúmenes de contenido. Baricco busca siempre crear escenas más concisas que beban directamente del pasaje homérico original.
Esta regla autoimpuesta la rompe sólo en un caso, con las intervenciones divinas: De ellas dice que “son tal vez las partes más ajenas a la sensibilidad moderna y a menudo rompen la narración, desaprovechando un ritmo que, en caso contrario, sería excepcional”. Además, sostiene que no son una parte nuclear de la obra, ya que casi siempre las acciones de los dioses olímpicos son reduplicadas por un gesto humano, que las ata al terreno de lo real y reconduce la trama. “En definitiva, suprimir los dioses de la Ilíada no es un buen sistema para comprender la civilización homérica, pero me parece un sistema óptimo para recuperar esa historia, trayéndola hasta la órbita de las narraciones que nos son contemporáneas”.
Segundo: Cuidar el estilo y evitar cualquier léxico arcaizante. Vigilar, sobre todo, el ritmo interno del texto: “Lo hice porque creo que acoger un texto que viene de tan lejos significa, sobre todo, cantarlo con la música que es nuestra”.
Tercero: Cambiar la narración de tercera a primera persona, para poder plantear distintos personajes y darles voz. Este simple cambio técnico ayuda mucho a la implicación del lector contemporáneo y, sobre todo, del oyente radiofónico.
Cuarto: Como buen escritor del siglo XXI, Baricco no resiste la tentación de añadir alguna idea o pasaje de su propia cosecha al texto, para deslizar matices de significado. Todo ello, eso sí, con la honestidad de colocar los añadidos en cursiva, para diferenciarlos del resto del texto.
Desde el primer momento Baricco consigue su objetivo y nos sumerge de lleno en lo épico del relato y da voz a la Ilíada dormida; a la historia profundamente actual que hay detrás del texto homérico. Fija, dentro del imaginario del lector poco informado, la imagen de Troya sus héroes y refresca, para los que conocemos el texto original, una historia que sigue bien viva.
De este texto, hace algunos años hicieron una versión teatral preciosa en la Biblioteca de Catalunya, con la sorpresa añadadida de presentar un elenco íntegramente femenino.
No me extraña. ¡Si es que el texto da para mucho! Se nota que en origen se pensó para radio. Y una de las cosas que pone de manifiesto Baricco es precisamente el lado femenino de la Ilíada. Me hubiera encantado verlo.